miércoles, 4 de noviembre de 2009

Y se llamaba en efecto « fiesta de los locos », la más antigua quizás de las diversiones públicas, aquella de la que, sin duda, procede el « Carnaval ».
Se remonta más o menos al año 622. Se trataba de una extraña saturnal que rememoraba las orgías sagradas de la Antigüedad en ese sentido en que el clero sobre todo tomaba parte.
Y he aquí uno de las señas particulares de la Edad Media, de esta singular, grandiosa y pueril época, donde los hombres parecían dotados de almas infantiles, poéticas y groseras, capaces indiferentemente de actos estúpidos o heroicos.
La fiesta de los locos comenzaba con la elección de un abad del clero. Esta elección era hecha por los canónigos mezclados con los niños del coro y en todas las unciones del Señor.
Se llevaba enseguida al abad a la casa del cabildo; y allí, se comenzaba a darse un atracón, a beber a gaznate lleno, a engullir a pleno vientre. Luego se cantaban cantos burlescos e inmundos.
El día de los Inocentes tenía lugar la elección del Obispo de los locos, quien, vestido con ornamentos sagrados, capa, mitra y báculo, asistía al oficio. Los sacerdotes y clérigos lo rodeaban, vestidos con trajes de bufón y de mujeres, cantando refranes obscenos, comiendo sobre el altar y jugando, etc.
Al final del oficio, el capellán, tocado con un pequeño cojín, ofrecía las indulgencias.

De par mossenhor l'Evesque
Que Dieu vous done grand mal à bescle,
Aves une plena balasta de pardos
E do dés de raycha de sot lo mento.

Por monseñor el obispo
Que Dios os dé gran mal al hígado,
con una empanada llena de perdones
Y dos dedos de sarna bajo el mentón.

Estas fórmulas variaban. El Obispo distribuía así unas empanadas de mal de dientes, de rabos de rosa, etc. Esas tontas bromas divertían con locura al pueblo. Bastaba, por otra parte, con releer los fragmentos de espíritu, galanterías, epigramas y poemas, incluso de los mejores poetas de los siglos XV y XVI, para asegurarse que nuestros padres tenían la risa fácilmente excitable. Era la alegría en bruto, sin ningún fondo de malicia. En el siglo XVIII aparecía la ironía; la risa se volvió seca, pérfida, amarga, feroz. En lugar de hacer cosquillear al espíritu herido, incluso lo mataba.
Hoy, el placer no es más alegre, estamos viejos. Ya no ser ríe de nada, solamente se sonríe, y no mucho tiempo. La explosiva alegría de nuestros abuelos, el talante burlón de nuestros padres han dado lugar a la indiferencia. Fin de la risa.
He aquí, según Naudé, lo que era la fiesta de los Inocentes que sucedió hacia el siglo XVI a la fiesta de los Locos. Que desprecio indignado tendríamos para con esas groseras alegrías, esas incomprensibles infantiladas:
« Los hermanos laicos ocupaban, en la iglesia, el lugar de los religiosos tonsurados y recitaban una especie de oficio entremezclado de extravagancias y profanaciones... Hacían que leían con unas gafas cuyas lentes habían sido sustituidos por unas mondas de naranjas, y murmuraban palabras confusas profiriendo algunos gritos acompañados de contorsiones.























Para ilustrar la tradición positiva de la sexualidad cabe citar aquí una manifestación que perduró en la Iglesia por más de mil años conocida con el nombre de "risus paschalis", de "risa pascual". Representa la presencia del placer sexual en el espacio de lo sagrado, en la celebración de la mayor fiesta cristiana, la Pascua. Se trata del siguiente hecho, estudiado con gran erudición por una teóloga italiana, Maria Caterina Jacobelli (Il risus paschalis e il fondamento teologico del piacere sessuale, Brescia 2004): para resaltar la explosión de alegría de la Pascua en contraposición a la tristeza de la Cuaresma, el sacerdote en la misa de la mañana de Pascua debía suscitar la risa en el pueblo. Y lo hacía por todos los medios, pero sobre todo recurriendo al imaginario sexual. Contaba chistes picantes, usaba expresiones eróticas y simulaba gestos obscenos, remedando relaciones sexuales. Y el pueblo reía y reía. Esta costumbre se encuentra ya en 852 en Reims, Francia, y fue extendiéndose por todo el Norte de Europa, Italia y España, hasta 1911 en Alemania. El celebrante asumía la cultura de los fieles en su forma más popular, plebeya y obscena. Para expresar la vida nueva inaugurada por la Resurrección, decía esta tradición, nada mejor que apelar a la fuente de donde nace la vida humana: la sexualidad con el placer que la acompaña.

3 comentarios:

Portinari dijo...

Qué simpático me reuslta imaginar a toda esta gente riéndose, con sus vestiditos medievales, a mandíbula batiente (¡pero ausente de dentadura!).
Hay que ver cómo cambian las cosas, las concepciones, ...

Un saludo Bash

Pompeyo dijo...

Mejores épocas serían aquellas si hasta los cuervos del clero sabían descontrolarse de vez en cuando.

Bashevis dijo...

:)