miércoles, 1 de abril de 2009



La historia comienza en Moscú, en Junio de 1922.

Había sido enviada a fin de seguir el Simposio Internacional de estudios en torno a la herencia de Dziga Vertov, organizado a la Dom Kino (Casa del Cine) del EDI. Entre los ponentes estaba Gianni Toti, poeta y videoartista, que en Moscú proyecto con éxito sus videopoemas, inspirados en Majakovski y Lili Brik, en Chlebnikov, en las utopías artístico-políticas y los cineastas sovieticos de los años veinte. Conozco a Toti desde hace muchos años, nos encontrábamos en los festivales de cine y video, lo he hecho venir a Pisa, a la universidad, varias veces, he escrito sobre su obra, y entre mis artistas favoritos yo lo tengo por uno de los más importantes dentro del panorama del video a nivel internacional.

Antes de marchar dijimos que no estaría mal llevarnos una tele cámara. Ni yo ni él la habíamos usado jamás: yo porque mi oficio es otro, el porqué para sus trabajos ha tenido siempre a su disposición grandes operadores.

En Moscú, teníamos por tanto una pequeña tele cámara (no digital) que tratamos de usar de manera torpe y empírica, registrando una ciudad distinta a la que ambos habíamos conocido (de manera y en tiempos distintos) en tiempos precedentes. La idea era realizar un pequeño video sobre Vertov, un VertoViaggio lo llamo rápidamente Toti con uno de sus juegos de palabras habituales; un homenaje al cineasta y a su mirada sobre Moscú, pero también un diario de las jornadas del congreso, en el cual participaban, entre otros; Chris Marker (el cual filmara también en este periodo algunas imágenes para Le tombeau de Alexandre), Paul Garrin, Ermeline Le Mezo, Artavadz Pelechian, Fernando Birri…en el avión Gianni relee algunos textos de Vertov, probamos a imaginar un proyecto.

Se entrecruzan, en esa semana de intensas discusiones y largas peregrinaciones urbanas, el revisionismo cultural de “tras el muro”, que tiende a devaluar la parte política de Vertov y a separarla de la artística, y la degradación de una ciudad atravesada por grupos de personas en la miseria; niños y mujeres que piden limosna, o vendedores de improvisados productos.

Toti, comunista no arrepentido, y atravesado por continuas tristezas, interroga y se interroga sin tregua. Durante esos días he anotado; “Me atraviesan las más diversas emociones. Camino por el Arbat, niños me tiran de la manga pidiendo dinero, todos venden algo, todos piden algo. La tele cámara la dejamos balancearse, y quizás registre esta angustia, como un jadeo: las banderas rojas, los bustos de Lenin, los viejos uniformes… la tumba de Majakovski, la de Vertov…

Como buen secuaz del Cineojo, Toti dice que no desea jamás filmar como vemos con el ojo desnudo: así, en el paso subterráneo que lleva a la Plaza Roja empieza a bailar al ritmo de un grupo de músicos de jazz, con la tele cámara en la mano, desvinculada del ojo, que sigue los saltos; del autobús que nos lleva de La casa del veterano del Cine a las afuera de la ciudad, a la Dom Kino. Tuerce la tele cámara para captar de modo no realístico las calles y las casas; en el metro encuadra tan solo los frescos de las cúpulas; se filma en los espejos y en los reflejos de los negocios, estaciones, mercados, probando maravillado el efecto del Zoom; registra las bellas imágenes en blanco y negro que decoran, las imágenes de celebres cineastas soviéticos, la gran estatua de Majakovski, los músicos de la calle… nos pasamos la tele cámara y tomamos una gran cantidad de imágenes y sonidos. También dentro del congreso, y de nuestros compañeros de viaje. Excepto de Marker, que como ya se sabe no desea ser encuadrado y se esconde tras las columnas, o entre la gente, cada vez que ve una tele cámara o una máquina de fotos frente a él.


(PRIMER CAPITULO DE LA INTRODUZIONE DE "UN VIDEO AL CASTELLO - DIARIO DI INCONTRI E DI LAVORO". LIBRO DE SANDRA LISCHI, SOBRE LA EXPERIENCIA DE "PLANETOPOLIS" Y "PLANETOTI NOTES"

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