sábado, 7 de noviembre de 2009





"Los miembros del grupo familiar admiten por lo menos nueve maneras de cruzar la frontera, legal o,ilegalmente. Siete de ellas resultan razonablemente aceptables, y hay dos que no; una, al parecer, por el riesgo que comporta, y la otra por el choque con la moralidad interpersonal. En el vocabulario de los emigrantes hay una descripcion abreviada para cada una de ellas. Tal vez para la antropologia transnacional esto es la contrapartida de la riqueza del vocabulario que se supone tienen los esquimales para describir los distintos tipos de nieve"

Ulf Hannerz

Una de las teorías que intentan explicar la relación entre una lengua y la cultura supuestamente compartida por todos sus hablantes es la teoría del foco cultural, desarrollada por la antropología lingüística norteamericana. Nos dice que la existencia, amplitud y estructura de un campo semántico en una lengua depende de la importancia cultural que sus hablantes concedan a la parcela temática de la realidad representada por dicho campo. Los intereses culturales y preocupaciones vitales de la comunidad lingüística son los determinantes de la cantidad y el tipo de distinciones semánticas que contenga cada campo. Así pues, la abundancia o escasez de distinciones léxicas en una lengua son un reflejo de los intereses y necesidades culturales del pueblo que la habla.

El ejemplo clásico y más conocido es la abundancia de términos para la nieve en la lengua de los esquimales, que es fruto de la necesidad de adaptación al entorno nevado del pueblo esquimal. Fue Franz Boas quien a principios del siglo XX realizó esta observación, y aún hoy sigue manejándose con cierta ligereza. Laura Martin1 descubrió que los lingüistas defensores del relativismo que sucesivamente tomaban el ejemplo de Boas para demostrar la estrecha correlación entre lengua y cultura, iban inflando descarada e interesadamente el número de términos para la nieve. Para G. Pullum,2 este ejemplo es el «gran fraude del vocabulario esquimal», pues, según él, en dicha lengua solo existen cuatro palabras pertenecientes a este campo semántico. El lingüista español Juan Carlos Moreno Cabrera,3 basándose en Pullum, califica el ejemplo de la nieve como uno de los mitos de la lingüística antropológica.

En realidad, según el diccionario de S. A. Jacobson,4los esquimales disponen de más de cuatro términos para la nieve, ya que distinguen conceptos como aniu (nieve en el suelo), kanevvluk (nieve ligera), murvaneq (nieve suave y profunda), natquik (nieve en remolino), nevluk (nieve pegajosa), qanis, quineq (nieve sobre el agua), nutaryuk (nieve fresca), etc. En la lengua esquimal kangiryuarmiut la abundancia es aún mayor, y disponen de palabras para la ‘nieve caída’, ‘nieve derritiéndose’, ‘nieve en polvo’, ‘nieve cayendo’, etc. En otras lenguas, como en inupiat y yupik, también hay abundancia de términos relativos a la nieve. Esto nos llevaría a pensar que, aunque no obraran con sinceridad, no estaban tan confundidos quienes exageraban la riqueza léxica de las lenguas esquimales para designar a la nieve.

El ejemplo adquiriría todo su valor si comprobáramos que lenguas habladas por comunidades que viven en zonas no tan afectadas por la nieve, son más pobres en el vocabulario de este campo semántico. Y así parece ser, pues en lenguas de comunidades que habitan territorios cálidos existen escasas palabras para la nieve. En la mayor parte de lenguas indígenas de Colombia, como en inga, paez, waunana, embera, sáliba, uitoto, etc., no se dispone de una palabra para la nieve, y el siona carece de un lexema para este fenómeno, y solo existe un compuesto que literalmente significa ‘el agua tiesa que cae’. En español, por ejemplo, no existen tantas palabras para referirse a distintos tipos de nieve como en esquimal, y solo tenemos nieve en polvo, aguanieve o nevisco; pero distinguimos otros conceptos relativos a pequeñas porciones de nieves que caen (celliscas), a formaciones de nieve (nevero, alud) y a bloques de hielo (iceberg, glaciar); diferenciamos la nieve de otros fenómenos similares, aunque percibidos y conceptualizados como distintos (granizo). Todos estos ejemplos podemos tomarlos como un indicio de que en efecto existe una relación estrecha entre intereses materiales y organización léxica, que, en cambio, es más difícil de probar en la cultura espiritual.

No todas las lenguas, por tanto, poseen idéntico número de vocablos en un mismo campo. A menudo se habla de riqueza o pobreza léxica de una lengua en una determinada área semántica, o se dice que un idioma posee lagunas o vacíos léxicos.
Afirmar que una lengua es pobre o rica según la abundancia o escasez de distinciones léxicas es lícito siempre que el hecho no se tome como índice de desarrollo o primitivismo mental, o como reflejo de un mayor o menor refinamiento intelectual. A lo sumo, como vemos, en algunos campos o ámbitos puede interpretarse como indicio de los intereses vitales, actividades económicas, estilos de vida y relación con el entorno de una comunidad, pero nunca de superioridad intelectual, y mucho menos de predisposiciones innatas de los pueblos. Todas las lenguas son ricas en algunos campos y pobres en otros, sin que esto signifique ni superioridad ni inferioridad mental.


Según esta tesis, la lengua se convierte así en espejo de la cultura de sus hablantes, de forma que nos informaría de los aspectos que una sociedad considera importantes o relevantes. Para la teoría del foco cultural, si un concepto está lexicalizado en una lengua, se debe a que sus hablantes han sentido la necesidad expresiva de codificarlo lingüísticamente como resultado de sus intereses vitales. De la misma forma, el hecho de que en una lengua no esté lexicalizado un concepto sería síntoma de que este no es relevante culturalmente para sus hablantes. Esta teoría implica, pues, un cierto determinismo en la relación entre relevancia cultural y lexicalización, que debe matizarse, pues, como ya hemos señalado, este principio se cumple más en aspectos materiales que espirituales.


Jose Antonio Diaz Rojo

5 comentarios:

PÁJARO DE CHINA dijo...

Tus intersecciones son incandescentes.

Si el dolor ajeno nos doliera como propio, tendríamos más palabras para ese dolor. Lo nombraríamos más y mejor, en todas sus declinaciones posibles, como hacen los esquimales con la nieve en la que cada día hunden sus pies.

No habrá pruebas para acreditar el vínculo entre el léxico de lo material y lo espiritual, pero intuyo que están tan anudados que no pueden escindirse.

La economía de los objetos es también la de los sentimientos.

Luminoso sábado, con todas las gradaciones de la nieve.

ane. dijo...

Son muy suyos estos Zu, Arden, si! Te parece que han mejorado desde la última vez?

Con lo que está lloviendo ahora por estos lares y teniendo de fondo Eskimo parece que estoy en groenlandia chico.

Muxu bat!

Bashevis dijo...

Una me dice "Luminoso sábado, con todas las gradaciones de la nieve", desde el otro lado del oceano.

Otra "Con lo que está lloviendo ahora por estos lares y teniendo de fondo Eskimo" desde tierra de remeros, jaja.

Aqui ha refrescado, pero aun veo el sol dia a dia, todas las mañanas. No falta a la cita frente a mi ventana.

No escatimo en economia de los sentimientos. Un abrazo para cada una.

Pompeyo dijo...

Difícil definir el placer de escuchar Eskimo. Como definir el sabor umami.
Debería haber una palabra especial para el goce de los Residents y otra aún más específica para este disco.
Música que apunta a receptores del cerebro que quedaron atrofiados hace milenios o que aún no se desarrollaron por completo.

Bashevis dijo...

Eso es muy cierto. Alguna vez me han preguntado las razones de mi desmedido amor por el “Meet The Residents”, es algo a lo que no puedo responder con claridad, usando argumentos claros, definiendo mis posturas dentro de lo evidente…

Puede que esos receptores quedaran atrofiados hace mucho tiempo, pero pueden volver a ejercitarse. Y disfrutar así del balbuceo sin presiones ni miedo.

Salud, siempre atento Pompeyo.