Entre el Hospital de la Cruz Roja y el centro de la ciudad no vi nada que no estuviera convertido en cenizas. En Kawaya-cho y en Kamiya-cho había tranvías detenidos con docenas de cadáveres carbonizados en el interior, todos irreconocibles. Los depósitos de agua para incendios estaban llenos hasta el borde de cadáveres que daban la impresión de haber sido cocinados vivos. En uno distinguí a un hombre, horriblemente quedamos, acurrucado junto a otro hombre muerto. ¿Y a que no sabe que estaba haciendo el desventurado? Bebiendo agua ensangrentada del tanque. Aunque hubiese tratado de impedírselo sé que habría sido inútil; el pobre había perdido la razón. En otro depósito vi tantos muertos que literalmente no cabía uno más. Deben de haber muerto sentados en el agua.
Hasta la piscina de la Escuela de la Prefectura rebosa de cadáveres. Seguramente perecieron por asfixia mientras estaban en el agua tratando de escapar del fuego, porque no parecían estar quemados.
El doctor Hanaoka carraspeó un par de veces, y al cabo de un momento continuó:
La piscina no tenía capacidad suficiente para todos los que intentaban refugiarse en ella, eso se notaba a simple vista. No sé cuantos murieron con la cabeza colgando del borde. En una piscina divise algunos vivos aún, sentados en medio del mar de cadáveres, probablemente sin fuerzas para salir. Otros intentaban ayudarlos, pero estoy convencido de que los pobres murieron. Siento tener que contarle todo esto, pero es la pura verdad. No comprendo cómo alguien pudo salvarse.
Fragmento de "Diario de Hiroshima de un médico japonés - Michihiko Hachiya"
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