martes, 30 de agosto de 2011


Doy unos pasos y me siento a un lado del camino. Aunque el viento suene igual que antaño, entre los árboles, la sensación, sin embargo, ahora es distinta. Yo no me distinguía de ella, entonces, ésa es la diferencia. Mi infinito consistía precisamente en que no me distinguía de mis sensaciones. El tacto de la tierra húmeda o el olor del humus y la sensación de plenitud que me producía eran la misma cosa. Yo era el éxtasis de la carrera a tumba abierta entre las zarzas, y la sangre de los arañazos, y la frialdad de los granos de arena en las palmas de las manos al anochecer. Nada, nunca, podrá parecerse a aquello, nada, mientras la conciencia dicte el presente a tenor del recuerdo, mientras… Un insecto verde, a medio camino entre libélula y hormiga voladora, inspecciona el tejido de mis pantalones. Le tiendo el bolígrafo a modo de pértiga. La acepta. Apenas se distingue de la hierba.

Bélgica (pág.69)

1 comentario:

Stalker dijo...

vas avanzando en la lectura, mapache

vas a encontrar de todo: lodo, aguas pantanosas, vísceras, alguna plegaria, alguna tristeza

además, es un libro lleno de animales, incluso la conciencia se desvertebra y se va animalizando poco a poco

un abrazo