martes, 17 de mayo de 2011

Némesis médica: La supresión del dolor







Cuando la civilización medica cosmopolita coloniza cualquier cultura tradicional, transforma la experiencia del dolor.

La gente desaprende a aceptar el sufrimiento como parte inevitable de su enfrentamiento consciente con la realidad y llega a interpretar cada dolor como un indicador de su necesidad para la intervención de la ciencia aplicada. La cultura afronta el dolor, la anormalidad y la muerte interpretándolos, la civilización médica los convierte en problemas que pueden resolverse suprimiéndolos.

Millones de virtudes diferentes expresan los distintos aspectos de la fortaleza que tradicionalmente permitió a la gente reconocer las sensaciones dolorosas como un desafío y modelar conforme a este su propia experiencia.

Las culturas tradicionales hicieron a cada uno responsable de su propia conducta bajo la influencia del mal o la aflicción corporales.

Esta rica textura de reacciones tipificadas para presentar el mal y la amenaza universal actualmente está siendo homogeneizada en una demanda de administración técnica de las sensaciones, la experiencia y las expectativas.

El dolor actualmente se está convirtiendo en un asunto político que da lugar a una demanda creciente por parte de los consumidores de anestesia para obtener, de manera inducida artificialmente, insensibilidad, desconocimiento e incluso inconsciencia.

El dolor ha dejado de concebirse como un mal “natural” o “metafísico”. Es una maldición social, y para impedir que las “masas” maldigan a la sociedad cuanto están agobiadas por el dolor, el sistema industrial responde distribuyéndoles mata-dolores médicos. Así el dolor se convierte en una demanda de más drogas, hospitales, servicios médicos y otros productos de la asistencia impersonal, corporativa, y en el apoyo político para un ulterior crecimiento corporativo, cualquiera que sea su costo humano, social o económico.

Conforme se medicaliza la cultura, se deforman los determinantes sociales del dolor. Mientras la cultura reconoce el dolor como una enfermedad intrínseca, intima e intrasmisible, la civilización medica considera primordialmente al dolor como una reacción general que puede ser verificada, medida y regulada.

La profesión juzga cuáles dolores son auténticos, cuáles tienen una base física y cuáles una psíquica, cuáles son imaginarios y cuáles son simulados. La sociedad reconocer y aprueba este juicio profesional. La compasión pasa a ser una virtud anticuada. La persona que sufre un dolor va quedándose cada vez con menos y menos contexto social que pueda darle significación a la experiencia que lo abruma.

El dolor ha cambiado su posición en relación con la aflicción, la culpa, el pecado, la angustia, el temor, el hambre, el impedimento y la molestia. Lo que llamamos dolor en un pabellón de cirugía o de cancerosos es algo para lo cual no tenían nombre las generaciones anteriores.

Por tanto, un obstáculo primordial para una historia del dolor corporal es cuestión de lenguaje.

Viviendo en una sociedad que da gran valor a la anestesia, tanto los medicos como sus clientes en potencia son readiestrados para suprimir la intrinseca interrogacion del dolor. La pregunta formulada por el dolor intimamente experimientado se transforma en una vaga ansiedad que facilemnte puede reducirse con opiaceos.

El progreso de la civilizacio llego a ser sinonimo de la reduccion de la suma total de sufrimiento. A partir de entonces, la politica iba a ser una actividad no tanto dedicada a lograr el maximo de felicidad como el minimo de sufrimiento. El resultado es una tendencia a ver el dolor como un acontecimiento esencialmente pasivo impuesto en victimas desamparadas porque no se utiliza en su favor el arsenal de la corporacion medica.

En este contexto ahora parece racional huir del dolor y no afrontarlo, aun al costo de renunciar a una intensa vivencia.

Este umbral elevado de experiencia mediatizado fisiologicamente, que es es caracteristica de una sociedad medicalizada, hace extremadamente dificil en la actualidad el reconocer en la capacidad de sufrir un sintoma posible de salud.
Mientras rechazan la aceptacion del sufrimiento como una forma de masoquismo, los consumidores de anestesia tratan de encontrar un sentido de realidad en sensacion cada vez mas intensas.

En ultima instancia, el tratamiento del dolor podria sustituir el sufrimiento por una nueva clase de horror: la experiencia de lo artificialmente indoloro.

El dolor pierde su carácter referencial cuando es embotado, y engendra un horror residual insensato, indudable. El sufrimiento, que era soportable gracias a las culturas tradicionales, algunas veces engendraba angustia intolerable, maldiciones torturadas y blasfemias exasperantes; todo esto tambien seguia un curso definido y limitado. La nueva experiencia que ha reemplazado al sufrimiento digno es la conservacion artificialmente prolongada, opacada, despersonalizada. El uso creciente de matadolores convierte cada vez mas a la gente en espectadores insensibles de sus propios yos en decadencia.

Extractos de “Némesis médica (La expropiación de la salud)” de Ivan Illich

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi amigo Gonzalo estudió medicina. Muy muy al final, leyó ese libro. Ahora lleva un bar y vive. Las cosas, a veces, son bien sencillas. Ah, de anestesia utiliza la justa, u otras. Cuestión de dosis, umbrales y minucias así.
Por favor, prodígate un poco más en este espacio. Eres un brebaje que te desanestesia.

Stalker dijo...

Qué bien que le sigas la pista a Illich...

ahora toca "La sociedad desescolarizada", "Energía y equidad", etc.

un abrazo

Bashevis dijo...

que bueno, queda mucho por leer, comidita rica, de difícil digestión...

Gonzalo tuvo valor.
Me prodigare si mi cortex me lo permite, estoy un poco alelado.
un abrazo a ambos!