martes, 9 de marzo de 2010


Parecía poco sensible a la belleza de la naturaleza, cuyos aspectos le interesaban en la medida en que excitaban su curiosidad, pero enseguida quería saber quien lo había hecho. Sin embargo, cuando vio por primera vez un arco iris, pareció encantado al principio; pero, al poco tiempo, aparto la vista del espectáculo, más interesado por saber quien lo había hecho que por admirar la belleza de la aparición.

Hubo una sorprendente excepción, que se inscribió como un acontecimiento inolvidable en su desarrollo intelectual en progreso continuo. Era una hermosa y clara noche de verano, en agosto de 1829, cuando su maestro le enseño por primera vez el cielo estrellado. Su sorpresa y asombro superaron todo lo que cabe imaginar. No podía hartarse del espectáculo, volvía continuamente a contemplarlo y conservo en su memoria la imagen exacta de las diferentes constelaciones, identifico las estrellas más brillantes y sus matices propios. “Esto es”, exclamaba, “esto es lo más bonito que he visto en el mundo! Pero, ¿Quién ha puesto ahí arriba todas esas luces? ¿Quién las enciende? ¿Quién las apaga?” Cuando el maestro le contesto que siempre están encendidas, y que lo mismo ocurría con el Sol que ya conocía, pero que no siempre podemos verlas, volvió a preguntar que quien las había puesto allí para que brillen sin cesar.

Por fin, se sumió en una meditación silenciosa, de pie, como una estatua, con la cabeza inclinada, la mirada fija en el vacío. Cuando volvió en sí, su entusiasmo se había convertido en melancolía. Se dejo caer, temblando, en una silla y pregunto por qué aquel hombre malo le había tenido siempre encerrado sin haberle enseñado ninguna de todas esas cosas bonitas; el no había hecho nada malo.


Gaspar Hauser (Un delito contra el alma del hombre) - Anselm Von Feuerbach

1 comentario:

Pompeyo dijo...

Mientras leo, escucho la voz de Bruno S. en un alemán que no entiendo y al mismo tiempo en un español que él no habla. Cruces, como es habitual en esta isla.
Estrellas, Kaspar. Nadie las puso allí, son los ojos que los elefantes en el cielo dejan abiertos para velar por nosotros.