domingo, 27 de diciembre de 2009


Insistimos en delegar poderes. Los niños son el futuro, siempre lo han sido. Dejemos de creer en ellos. Mente que no ve… Nada es inocente. La escritura, el lenguaje, el día a día.

Se insiste en hablar de instinto maternal. Cuando un ser humano protege a otra especie amenazada de peligro, lo llamamos compasión, pero cuando lo hace por ejemplo una ballena lo llamamos instinto. Apelamos a las profundidades, al purismo, cuando interesa sentirse inocente, entonces sí.

Procread, multiplicaos y llenad la tierra. Plantar un árbol, escribir un libro… ¿tener un hijo? Y al hacerlo nos sentimos inocentes, tan inocentes como sumisos debiéramos sentirnos.

La maternidad no es un instinto, ni es nada. Calmara las ansias de plenitud de unos cuantos, confirmara la sumisión de otros tantos, delegaremos egoístamente todos juntos. Insatisfechos seguirán, todos, sin solución. También se confió en nosotros, para salvar-guardar, contradictoriamente, la sangre de nuestra sangre y el mundo de los de enfrente. El infierno son los otros, quizás ya solo por eso la adopción me parece diferente, sin tanta usura.

Llenar vacios con sangre, atrofia existencial. Castración social, sobreexposición de la mujer al tótem de la reproducción.

Hoy la purpura en las calles un año más. Les deseo lo peor, que los devoren las llamas, y tan solo quede la purrela, de lo que fueron, son y serán. El nudo de serpiente de los lazos de sangre, ya deshecho.

"Familias ¡Cómo las odio! ¡Usureras del amor!"

¡Pobre Puta, se te acabó la fiesta!

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