domingo, 18 de octubre de 2009

SE MONDABA los dientes como si no supiese hacer otra cosa. Dejaba el palillo al lado del plato para, tan pronto como dejaba de masticar, volver al hurgo. Horas y horas, de arriba abajo, de abajo arriba, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, de adelante para atrás, de atrás para adelante. Levantándose el labio superior, leporinándose,enseñando sus incisivos —uno tras otro— amarillentos; bajándose el inferior hasta la encía carcomida: hasta que le sangró; un poco nada más. Le transformé la biznaga en bayoneta, clavándosela hasta los nudillos.

Se atragantó hasta el juicio final. No temo verle entonces la cara. Lo gorrino quita lo valiente.
*
LA HENDÍ de abajo a arriba, como si fuese una res, porque miraba indiferente al techo mientras hacía el amor.
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—UN POQUITO MÁS.
No podía decir que no. Y no puedo sufrir el arroz.
—Si no repite otra vez, creeré que no le gusta.
Yo no tenía ninguna confianza en aquella casa. Y quería conseguir un favor. Ya casi lo tenía en la mano. Pero aquel arroz...
—Un poco más.
—Un poquitín más.
Estaba empachado. Sentí que iba a vomitar. Entonces no tuve más remedio que hacerlo. La pobre señora se quedó con los ojos abiertos, para siempre.
*
¿USTEDES NO HAN TENIDO nunca ganas de asesinar a un vendedor de lotería, cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes? Yo lo hice en nombre de todos.
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ERA TAN FEO el pobre, que cada vez que me lo encontraba, parecía un insulto. Todo tiene su límite.
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¡QUE SE DECLARE en huelga ahora!
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NO PUEDO TOCAR el terciopelo. Tengo alergia al terciopelo. Ahora mismo se me eriza la piel al nombrarlo. No sé por qué salió aquello en la conversación. Aquel hombre tan redicho no creía más que en la satisfacción de sus gustos. No sé de dónde sacó un trozo de aquel maldito terciopelo y empezó a restregármelo por los cachetes, por el cogote, por las narices. Fue lo último que hizo.
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MATÓ A SU HERMANITA la noche de Reyes para que todos los juguetes fuesen para ella.
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LO MATÉ porque me dolía la cabeza. Y él venga hablar, sin parar, sin descanso, de cosas que me tenían completamente sin cuidado. La verdad, aunque me hubiesen importado. Antes, miré mi reloj seis veces, descaradamente: no hizo caso. Creo que es una atenuante muy de tenerse en cuenta.
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SOY MAESTRO. Hace diez años que soy maestro de la Escuela Primaria de Tenancingo, Zac. Han pasado muchos niños por los pupitres de mi escuela. Creo que soy un buen maestro. Lo creía hasta que salió aquel Panchito Contreras. No me hacía ningún caso, ni aprendía absolutamente nada: porque no quería. Ninguno de los castigos surtía efecto. Ni los morales, ni los corporales. Me miraba, insolente. Le rogué, le pegué. No hubo modo. Los demás niños empezaron a burlarse de mí. Perdí toda autoridad, el sueño, el apetito, hasta que un día ya no lo pude aguantar, y, para que sirviera de precedente, lo colgué del árbol del patio.
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ERA IMBÉCIL. Le di y expliqué la dirección tres veces, con toda claridad. Era sencillísimo: no tenía sino cruzar la Reforma a la altura de la quinta cuadra. Y las tres veces se embrolló al repetirla. Le hice un plano clarísimo. Se me quedó mirando, interrogante:
—Pos no sé.
Y se alzó de hombros. Había para matarlo. Lo hice. Si lo siento o no, es otro problema.
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ME SACÓ siete veces seguidas a bailar. Y no valían argucias: mis padres no me quitaban ojo. El imbécil no tenía la menor idea de lo que era el compás. Y le sudaban las manos. Y yo tenía un alfiler, largo, largo.
*
DESDE QUE NACIÓ aquel escuincle no hacía más que llorar, a mañana, tarde y noche. Cuando mamaba, cuando no mamaba, cuando le daban su botella, cuando no le daban su botella; cuando lo paseaban y cuando no, cuando lo dormían, cuando lo bañaban, cuando lo cambiaban, cuando lo sacaban de la casa, cuando lo volvían a meter. Y yo tenía que acabar ese artículo. Había prometido entregarlo a las doce. Era un compromiso ineludible con mi compadre Ríos. Y yo soy cumplidor. Y ese escuincle llora, y llora, y llora. Y su mamá... Bueno, de su mama mejor no hablamos. Lo tiré por la ventana. Les aseguro que no había otro remedio.
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LO MATÉ porque no pensaba como yo.
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LO MATÉ por idiota, por mal pensado, por tonto, por cerrado, por necio, por mentecato, por hipócrita, por guaje, por memo, por farsante, por jesuita, a escoger. Unacosa es verdad: no dos.
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LO MATÉ porque no pude acordarme de cómo se llamaba. Usted no ha sido nunca subjefe de Ceremonial, en funciones de Jefe. Y el Presidente a mi lado, y aquel tipo, en la fila, avanzando, avanzando...
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ERA BIZCO y yo creí que me miraba feo. ¡Y me miraba feo! A poco aquí a cualquier desgraciado muertito lo llaman cadáver. ..
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LE OLÍA el aliento. Ella misma dijo que no tenía remedio...

2 comentarios:

@SusVersiva dijo...

Qué impresión! Eso de que no pongas título a las entradas últimamente, la pilla a una desprevenida, y es cuando lee el título de la obra original que reacciona.

Unos cuantos de esos fragmentos son muy impresionantes. Hacen que nos revisemos esa parte misántropa que nos sale en determinadas situaciones y con determinados personajes. Pero luego, claro, no acamos nuestro "alfiler largo, muy largo"... Y yo, pobre de mí, que no veo ni películas de terror, ni leo novela negra, que no estoy puesta en esas reacciones... Lo dicho: me ha impresionado. Y esa parte, aunque acostumbro a rechazarla, en el fondo tiene algo interesante, algo que investigar, algo que agradezco que me hayas despertado... Salgo de la entrada de puntillas,pero con un gran beso.

Bashevis dijo...

Tampoco es mi campo predilecto, pero Aub tiene esa sorna, esa mala baba no carente de cierta profundidad en algunos casos... interesante.
Un beso.