martes, 25 de noviembre de 2008

No es un consolador, es un dildo...
























Frente al escaparate un primer contacto. ¿Lo recuerdas? Claro que lo recuerdas. Como no recordar un alegre ceño y unos ojos negroseros de tan brillantes, con la chispa de quien mira entre la superioridad y la diletancia. Paso rápido sin ser excesivo. Retrovisores, escaparates y el interés de rever del perseguido. Que en un momento dado sintiéndose incómodamente divertido se atreve a quebrar el temor y una vez rotado el cuello se encuentra con el vacio.

Ese vacío, que te acompaño seguramente durante unos metros, hasta que el olvido hizo meya ayudado por el pavimentiroso de todo los santos. Un lugar común, mano al bolso, aun demasiados metros, vagos gestos congelados o convertidos en sobreactuados, una vez que has visto de nuevo al deseado. Que retrotrae un momento apenas pasado. Se aproxima esta vez de un lateral, facilitando el disimulo del rabillo del ojo forzado hasta extremos ridículos. Viste de negro, larga barba, capucha enfundada. Es más bien nada y pronto nuevamente desaparece.

Cuando ya creías que todo había terminado, mirando al suelo te encontrabas en el último vagón empezando por la cabina. Tres pitidos, las mentes cierran las puertas, pero una pierna con agilidad entra donde ya casi nadie entraba. Tu tenias el único espacio habitable de todo el metro frente a ti, y sintiéndolo mucho o haciéndote un favor, yo me lo pedí. Me miras y sabes que el juego ha cambiado, que también en la antigua Grecia jugaban a matarse. Y que hoy aquí ambos tenemos una escena en común, construyamos pues recuerdos poderosos, memoria cimentada.

Ahora tú crees, y volvemos al principio, que yo tengo un plan preconcebido. O por un momento piensas, en cambio, que esto solo lo hago contigo, por ser tu, porque te…. admiro-quiero-deseo-pienso-tengo conmigo. Pues bien, yo estoy en el mismo punto que tu. También espero tus reacciones, no eres la dominada por siempre, no soy el dominante de nunca. Supones y consideras acorde a lo oído, que ahora tratare de tocarte. Pero no lo hago, no de momento. Amagas en alguna ocasión, haciéndome creer que te bajabas. Puedo yo también pensar, en segundos no más, si sigo –bajo-subo-paro-tiento-toco. Pero me anulas. Siento que sientes que mi mano quizás esta posada tristemente en tu muslo. Notas nudillos en tu garganta, suben y bajan como navajas en vientres planos, automáticas.

Me miras la uña pintada, el guante, el logo, la nada. El cancro de cuanto tú piensas te anula y tu cara me muestra cuán secos pueden devenir los labios en un día de frio. Pedimos turno para mirarnos, los cristales aun estando sucios juegan a pervertirlos. Cruzamos “y ahora que’s”, “hasta cuándos”, “¿me está gustando?”. En un momento dado rompo con todo y te hablo, noto la contracción-convulsión de tu verbo, atisbo el color de tu orgasmo. Créeme, por vez primera algo parecido al sexo como genérico, media en esta acción-historia-momento-simulación.

Te he preguntado la hora, has respondido con la presumible simpleza del temeroso de ver que quien sabe sepa que esta sabiendo. Y espero en tu mente se haya dibujado un enorme borrón, un axón estallando en pedazos, quebrando tu nervio, des accionando tu telencéfalo. Habilitando el momento preciso en que podría haberte apuñalado, con la abertura de las puertas, extasiada, esto ya era algo seguro, sensato y consensuado. Habrías caído al suelo desplomada y tu flora vaginal presentaría una secreción desmedida para el forense.

Pero no, has salido y tu mente solo pensaba en eso. Eso soy yo. Y yo he salido tras de ti. Lo has sabido un momento después, ya en las escaleras mecánicas. Ya en la calle tú has dudado y yo mas. Ahora podrías tu estar jugando conmigo, ahora debiera yo temer seguirte, ignorante de a dónde te dirigías. Pero has caminado convencida, convencida de que iba a seguirte. Hemos cruzado a dos ritmos; tres pasos de cebra y un jardín desaliñado. Y finalmente te dirigías a un punto concreto, una puerta, un portal, un templo de cemento. He acelerado cuando has sacado del bolso un objeto sin valor para el encuentro. Podías entonces, si te hubieras dado prisa, abrir-entrar-cerrar sin osar mirarme. Pero no, tus gestos no reflejaban temor alguno, ni miedo. Te has detenido, terminado tu camino. He llegado y tras tocar levemente tu espalda te he dicho gracias y te he dado este texto.

Has reído, estas riendo, has de reírte mañana al releerlo.



1 comentario:

Anónimo dijo...

ostia ander! soy unai sanchez, me acabo de enterar de que tienes un blog!

me lo comentó joseba, que dice que te lee, pero que no se atreve a escribir.

eres un notas, ya voy a entrar mas a menudo.

agur!